(Eisenach 21.03.1685, Leipzig 28.07.1750)
No sé exactamente cuando escuché por primera vez a Bach, probablemente muy niño, junto a mi querido tío Waldo, un melómano consumado, quien había acondicionado acústicamente, una habitación de su departamento para escuchar tranquila y profundamente la música que él tanto amaba. Luego pasarían años antes de reencontrarlo, ya de joven con mi primo y escultor Pablo, solíamos tener largas sesiones musicales escuchando con discos de vinilo a Bach, lo entretenido era que además la escuchamos junto a los más variados géneros de la música “popular”.
¿Quién es Bach para mi?
Uno de los más grandes maestros de la Humanidad; uno de aquellos seres que no pueden ser superados, porque en él se encarnan por decirlo así, el sentimiento y el saber musical de toda un época, y “al cual – según la feliz frase de Schumann – la música debe casi como una religión a su fundador”. Además la personalidad artística de Bach, adquiere una importancia trascendental porque en ella los estilos de dos épocas distintas han alcanzado a la vez su más alta florescencia y, cual enorme efigie se eleva entre ambas como un coloso.
Porque Bach pertenece con igual derecho al anterior período de la música polifónica, de estilo imitativo y contrapuntístico, que al subsiguiente de la música armónica. Su existencia tiene lugar en un periodo de transición, es decir en un tiempo en que mientras el antiguo estilo imitativo subsiste todavía, el nuevo se halla tan solo en sus albores y muestra aún las huellas de lo imperfecto. El genio de Bach logro aliar y fundir de tal manera las particularidades de ambos estilos que su obra subsistirá eternamente como una forma ideal, un canon ejemplar para el arte musical de todos los tiempos.
La música de Bach no ha envejecido aún; a lo sumo podría decirse que algunos de sus accesorios externos, ciertas cadencias, ornamentos, etc., eran fruto de su época y nos recuerdan el pasado. En cambio su invención melódica es tan original e inagotable, su rítmica de una variedad y una vida tan intensas, su armonía tan selecta, tan audaz y con todo tan clara y diáfana, que sus obras no sólo son objeto de la admiración, sino también del mas fervoroso estudio y la emulación de los músicos de nuestros días y lo serán sin duda, en lo futuro por espacio de muchas generaciones.

Añádase el gran Magnificat, 3 Oratorios y un gran número de Lieder espirituales que completan la copiosa creación de Bach en la música vocal sagrada.
En sus composiciones instrumentales, también encontramos a un Bach muy fecundo, preludios, fugas, fantasías, tocatas, partitas, “suites”, conciertos, sonatas, cánones, oberturas, etc. para un amplísima gama de instrumentos (prácticamente todos los de la orquesta). Tanto en la música vocal como la instrumental, es Bach el legítimo heredero del tesoro artístico de los siglos pasados, para perfeccionarlo abarcándolo todo y espiritualizando con la más clara inteligencia todas las funciones armónicas que en formas mayores o menores emanaban del período de la polifonía; sobre todo en la forma de fugas llevada por él a la última perfección.

Variaciones Goldberg
Mención especial merecen las famosísimas “Variaciones Goldberg”. Bach terminó de componerlas en 1742, cuando ocupaba el puesto de Kantor en la ciudad de Leipzig. Según relata su biógrafo Johann Forkel (biografía publicada en 1802), las variaciones fueron encargadas a Bach desde Dresde por el insomne conde Hermann Carl von Keyserlingk para que el clavicordista de su corte, Johann Gottlieb Goldberg, le complaciera con su música durante las noches. Según este relato, el conde recompensó muy generosamente con una copa de oro que contenía un centenar de “luises de oro”, prácticamente el sueldo de un año de la época de Bach.
No solamente muestra la madurez artística que había alcanzado Bach, sino que para muchos, se trata de música pura, sin propósito narrativo alguno, pero que sin embargo encierra en sus incontables juegos de oposiciones la vida entera: la luz y las sombras, la vida y la muerte, el amor, la soledad, la nostalgia y sobre todo, el sueño y la razón, el arte como propósito de una vida y al igual que ella cambiante y a la vez cíclica. Por lo cual, seguramente sea una pieza única, ya sea en las manos de Claudio Arrau, Glenn Gould o de Keith Jarret es también todas y cada una de las veces que se escucha igual y diferente. Frente a las monumentales obras cumbres del barroco: La Pasión según San Mateo y El Mesías de Heandel nos encontramos ante una obra que aún escrita para un instrumento de salón contiene una música que asombra. Aún hoy deslumbra, y posiblemente lo siga haciendo por muchos años en el futuro, como nuestro eterno BACH.
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Los primeros ocho compases del aria. |
Fuentes:
Diccionario de la Música - Ed. Labor - 1954
http://es.wikipedia.org/wiki/Johann_Sebastian_Bach
http://www.redondomartin.com